Reflexiones de una rebelde arrepentida

Los colores

Vuelvo a Madrid y mi familia me recibe con los brazos abiertos. Mi barrio me recibe con un día frío pero soleado y de cielo azul. Con pájaros que me saludan y verdes luminosos donde el concreto lo permite.

Recuerdo que en otras épocas me daba miedo ver tanta belleza. En otras épocas me resguardaba de la alegría extrema.

Decidí hace un tiempo no tener miedo ante esas cosas y permitirme disfrutar. No sé si por esa falta de cuidado extremo me haya puesto lo mal que estuve.

Me cuesta hablar con el psiquiatra, y él no me encuentra problema. Pero no le he contado que llegué a pensar que me haría bien, que me podría “curar” definitivamente, si me permitía transitar un episodio psicótico en su totalidad.

Creo que si le hubiera contado eso tal vez tendría más pistas. No tengo la confianza para contarle eso. Ya no pienso así acerca del posible valor terapéutico de un episodio psicótico.

No tengo nada que demostrar. Sí, tengo que tomar medicación. Es una putada que sea de por vida, pero me permite vivir tranquila.

La rebeldía es comprensible y no me la reprocho. Pero he aprendido. Y, otra vez, como por quinta vez en la vida, aprendo que necesito la medicación.

Por alguna razón siempre pienso en qué pasaría si hubiera un cataclismo y tuviera que sobrevivir en una isla desierta o en una selva y sin la medicación. Es como si me quisiera preparar para ese escenario imaginario. Como cuando de pequeña practicaba caminar por casa con los ojos cerrados por si algún día me quedaba ciega.

También pienso que mis brotes psicóticos me hubieran dado un buen estatus social en alguna tribu indígena del Amazonas…. Hubiera sido buena chamana.

Pues nada, que por aquí he hecho las paces con la medicación (una vez más). Que creo que puedo ser yo misma y tener una vida que me guste sin la prepotencia de llegar a ser la primera bipolar que se curó y creó el método infalible que cura su enfermedad. Puedo vivir sin un premio Nobel.

No voy a renunciar a hacer cosas que me parezcan importantes, porque si no, qué sentido tiene la vida?

Necesito un poco de higiene. Higiene del sueño y de los pensamientos. Ya hice limpieza profunda en Alicante, ahora toca el mantenimiento.

Quiero dejar claro que en esta ocasión no he dejado la medicación, todo ha sido rebeldía mental, pero no la he llevado a la práctica.

Es como querer sentirme libre. Y bueno, mi espíritu puede ser libre, como el de Mandela. 

Y vuelvo a pensar en el trabajo y lo asocio a un grillete pegado a mi tobillo. Y no sé por qué. Bueno sí, estoy cansada. Ya siento que mi etapa de trabajo de oficina terminó.

Aunque también estoy harta de que el mundo nos obligue a levantarnos temprano.

Pero bueno, como decía un amigo mío: flojito y cooperando. Así duele menos vivir.

Uy este escrito está cogiendo mal rumbo. A ver si reconduzco: soy una adulta responsable que lleva una familia y toma una medicación. Tengo sentimientos de rebeldía hacia las obligaciones en general. Puedo vivir con eso.

Ya resolveré el tema del trabajo.

El tema de que el colegio de las niñas empiece temprano en la mañana no tiene solución más que el tiempo y dos actos de graduación 👩‍🎓. 

Ojalá me atreviera a trabajar por mi cuenta y me fuera bien.

Voy a volver a pasear y a dirigirme a un parque cercano que escapa del ambiente gris del concreto. Voy a ver si logro reconducir mis pensamientos.

Higiene. Paz.

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