Es particular la vida y la forma en que la vemos. Vemos el mundo influenciados por nuestra experiencia previa, por nuestros condicionamientos y creencias, también por nuestra química del cerebro en ese momento y, últimamente está de moda, hasta por las bacterias que habitan nuestros intestinos. Y claro, también por lo que comemos y los medicamentos que tomamos.
Yo no sé cómo me siento ahora. A veces me siento tranquila y otras veces vuelven las ganas de llorar a pesar de mi amigo el ansiolítico.
No es que tenga miedo de llorar, pero no quiero hacerlo descontroladamente, sin poder pensar con claridad.
Hoy me metí en el ordenador del trabajo (estoy de baja desde hace mucho, como sabréis si me leéis), y sentí algo parecido al asco. Ganas de no volver a tocar ese ordenador nunca más.
Por un momento sentí ganas de experimentar eso otra vez, eso de estar en mi trabajo, pero luego sentí un rechazo muy fuerte.
Ya sé lo que no quiero hacer.
Cómo hace un año no percibía mi empleo como algo tan malo. Cómo ahora nada está claro, sólo que no me gusta ese trabajo.
Si me centro en el presente, ahora mismo tengo mucho sueño. Llegué hace poco al hospital. Mi madre duerme o descansa en su cama y yo escucho el sonido del líquido de la bolsita de oxígeno conectada a su nariz.
Mi hermano pasó la noche con ella. En un rato se va. Creo que vamos a hacer que camine un poco, así que agarraré fuerzas para no quedarme dormida.
Las maravillas del ansiolítico son opacadas por el sueño que empieza a causarme como efecto secundario.
Esta mañana me lo tomé bastante tarde, tenía la esperanza de que no me hiciera falta. Creo que lo voy a seguir tomando, sí o sí, mañana y noche, sin querer comprobar si lo necesito o no. Ya la semana que viene quito el de la mañana a ver qué tal.
Creo que estas cosas causan dependencia, por eso no quiero tomarlo por demasiado tiempo.
Soy capaz del buen humor. Eso está bien, me gusta conservarlo. Hoy me maquillé por primera vez en unos días. Me sentí más guapilla que estos últimos días.
Hablé con gente desconocida y no sentí ganas de resguardarme en casa, sino que lo disfruté. Soy sociable cuando quiero. Estuve sintiéndome bien, pero ya un poco más tarde preferí anestesiarme con mi pastillita nueva.
Dicen mucho que la felicidad no existe como destino sino como camino. Yo no he perdido mi capacidad de disfrute, pero se alterna con sufrimiento y miedo.
Con mi madre me río mucho, y eso que no sentía que me llevara tan bien con ella. Con mis hijas también disfruto, siempre me he llevado bien con ellas. Soy capaz de disfrutar un paseo por el campo, aunque ya no parece tan mágico como antes….. voy distraída con pensamientos y no conecto tanto con el entorno.
Con mi marido, todo en orden, aunque no hemos tenido tanto tiempo de estar juntos, también ha habido alguna risa.
Ah y la música…. Quería hablar de la música. Me ha ayudado mucho con mi madre. Me ayuda mucho también conmigo misma. Esto debo recordarlo siempre, porque se me olvida. Hay que saber escoger la que vaya viniendo bien con el momento, pero la música es una maravilla.
Mi hermano teletrabaja desde aquí desde la habitación. No sé cómo le puede gustar trabajar, siempre lo hace todo motivado y con alegría. Parece contento con el sistema, diseñado para tenernos ocupados con gilipolleces.
Ok, me he pasado. Quiero mucho a mi hermano. Estoy rebelde con esto de que haya que trabajar. ¿Por qué dar las horas de mi vida a producir para otros? Tengo un padre empresario y yo quiero ser empresaria…. Seremos esos para los que otros trabajen. ¿Me toparé con una empleada bipolar tan desmotivada como yo? ¿Ofreceré un trabajo tan falto de sentido como el mío?
Debería dormir algunos días seguidos. Quiero irme a casa. Quiero llorar, pero me da miedo “desatar la tempestad y el huracán de mi garganta”. Me da miedo perder demasiado la compostura aquí, cuando es necesario que tome el relevo y cuide a mi mamá.
A veces me acuerdo del libro “el lobo estepario”. Lo leí de pequeña y me gustó. Me sentía identificada con el protagonista, que sentía cierto desprecio por tener que socializar superficialmente con la gente y planificaba secretamente su suicidio.
Unos años después intenté volver a leerlo y no pude, no me gustó nada.
A veces me pongo esteparia y otras veces tengo mucha necesidad de conversar y tener contacto social.
Intentaré disfrutar de esos momentos de disfrute de la vida.
Mi trabajo es sufrimiento, y pronto me toca volver. Pero eso no es hoy. Es que mi hermano teniendo aquí en este momento una llamada de trabajo me tiene harta. Me recuerda lo que no me gusta, y encima el cabrón lo disfruta.
Tal vez tenga que dejar de comer harinas para que mis bacterias buenas me hagan ser una persona entusiasta con el sistema de mierda en que vivimos.
Bueno, esto es lo que me pasa por la cabeza ahora. Espero algún día volver a leerlo y verlo como tiempos pasados, como una etapa que en ese futuro comprendo y ya no siento así.
Debería no permitirme escribir en el hospital, porque me afectan estos escritos. Ahora tengo que recomponerme y dar lo mejor de mí a mi mamá.
Hasta luego