
Ayer fue un buen día. Hoy sigo feliz.
Tengo esa anticipación a que en algún momento me volveré a sentir mal, y no quiero.
Disfruto el momento, sí, pero consciente de que la vida va para arriba y para abajo, y que es ese contraste entre cómo nos sentimos cuando estamos arriba y cuando estamos abajo lo que hace que demos más valor a cuando nos encontramos en un lado u otro de la ola.
Se me ocurre escribir, alguna vez lo probé, las razones por las que me siento tan feliz y optimista ahora. Y volver a ese escrito cuando esté un poco decaída y piense que no voy a poder.
No lo escribiré aquí, porque eso revelaría demasiado sobre mí.
Me abro a recibir las cosas buenas. No dejo que la anticipación opaque lo que siento ahora. Me propongo maneras de alegrarme cuando no haya tanta “euforia”.
Me da la impresión de que, por contraste, el hecho de que baje la euforia se siente como un bajón. Pero es que estar eufórico los 30 días del mes no es sostenible. El “bajón” vendrá, pero no tengo por qué tomármelo a mal.
Serán momentos más de reflexión, o más de ejecutar labores analíticas que estando demasiado arriba no hago tan bien, por la emoción.
En momentos muy felices, hablo muy bien y logro animar a las personas a mi alrededor e incluso contagiarles mi entusiasmo. Y son momentos para eso.
Cuando baje esta vez, me propongo no tomármelo a mal y verlo con naturalidad. No tengo por qué bajar a las profundidades del sufrimiento extremo 😅. Me propongo poder manejar la transición. Aceptar la entrada a un momento más tranquilo, donde pueda concentrarme mejor.
Os dejo para dejar de reflexionar tanto y disfrutar de este momento alto que estoy teniendo.
¡Vienen cosas buenas!