¡Viva las drogas!

No lo digo por toda la gama de drogas recreativas que ofrece la calle y que nunca probé, lo digo por los ansiolíticos.

La última vez que escribí aquí fue el artículo Todo mal, donde les contaba de que mi madre estaba ingresada y de lo mal que yo me sentía.

También decía que me iba a tomar un ansiolítico al día siguiente, en cuanto pudiera ir a la farmacia a comprarlo.

Les cuento que lo compré y lo tomé. Yo lo había estado tomando unas semanas atrás, cuando el psiquiatra me lo recetó para lidiar con todas las situaciones de estrés de mi vida, aunque todavía no se había sumado la hospitalización de mi madre.

Esa vez que lo tomé no sentí el efecto inmediato de ahora. Esa vez que lo tomé dudé de que esa pastilla tuviera algún efecto. Me empezó a dar mucho sueño y cuando ya me sentía mejor la fui dejando.

Esta vez fue diferente: la tomé y al rato cesó el llanto y se fueron los miedos. No puedo decir aquí exactamente cómo fue, porque no recuerdo si realmente me sentí tan bien con la primera pastilla…. Es lo que más o menos recuerdo, pero a medida que lo escribo me cuesta creerlo.

Lo cierto es que la sigo tomando, mañana y noche, ante ayer por la mañana no me la tomé y me sentí bien. Ayer por la mañana sí preferí tomarla, porque tenía médicos para ver lo de mi baja y eso me angustiaba. Hoy en la mañana no me la pienso tomar, porque ya siento mucho mucho sueño en general.

Les cuento que ayer vi a mi psiquiatra (por teléfono) y le conté todo. Le hablé sobre todo de la urgencia que hubo con mi madre y que estará en su casa ya la semana que viene y de mi preocupación por esa nueva vida y la forma en que nos organizaremos mi hermano y yo para cuidarla. 

Me dijo que ya no veía razón para que yo siguiera de baja. Que viera con mi médico de cabecera a ver qué opinaba.

Luego tuve cita con la mutua, que son los que me pagan el sueldo mientras estoy de baja y esta cita era como una inspección para velar por que, si estoy de baja, fuera porque realmente la necesito.

La que me atendió fue bastante más empática. A pesar de su rol administrativo de inspectora, me explicó: cuando vemos que un paciente es capaz de reconocer lo que siente y gestionarse, normalmente recomendamos el alta. Sin embargo, con toda la situación de tu madre sería prudente que estés unos días más, mientras ves si eres capaz de afrontar la nueva situación cuidándola.

Me dijo que el médico de cabecera me diría qué hacíamos con la baja y que en un mes nos volveríamos a ver en caso de seguir de baja.

Luego en la tarde tuve a la médico de cabecera. Le conté todo y me dio una semana más de baja por ser prudentes.

No sé qué le pasa a mi psiquiatra. De verdad. Y las otras dos mujeres me encantaron. Tengo en mente cambiar de psiquiatra, pero parece que con el cambio podrían no darme cita con uno nuevo hasta dentro de quién sabe cuántos meses. 

Él es bueno recetando cosas efectivas en la medida justa. Él me ayudó a salir adelante en distintas crisis, a llevar mis embarazos y a pasar muchos años llevando una vida normal. Pero ojalá fuera menos seco y lo sintiera yo más como un aliado y no como una persona con la que me es difícil hablar.

Ahora hablemos del ansiolítico: he pasado los últimos días maravillada con sus efectos. Ya empieza a hacerse pesado el sueño y ya iré quitando la pastilla de la mañana. Por lo que me dijo el psiquiatra, mejor esperar una o dos semanas entre quitar la de la mañana y ya quitar la de la noche.

Esta nueva pastilla hace que no sienta miedo, que me sienta capaz de afrontar cualquier cosa. Ya no me importa lo que piensen mis compañeros de trabajo de mi larga baja. Ya no me importa volver al trabajo y que haya situaciones de supuesto estrés laboral cuando son cosas que para mí en realidad no tienen importancia.

Me da igual salir del armario bipolar en el trabajo y contarles a todos mis vivencias. No me da vergüenza ni miedo. Me da igual que haya “fuegos” en el trabajo, que los sistemas fallen y la empresa afronte multas y tenga que cerrar.

Sólo me importa mi familia, y aquello que me daba tanto miedo, que es cuidar de mi mamá, ayudarla a ir al baño y esas cosas, no parece ya una experiencia ajena e inasumible.

Sí, me parece durillo lo que todavía no me ha tocado hacer: ayudarla a ducharse, limpiar sus partes íntimas. Eso me pone en contacto con la fragilidad de la que fue mi protectora, con la inminente vejez que nos llega a todos, con el miedo a la dependencia y a la muerte.

Tengo como una sensación artificial de que puedo con todo, de que voy a poder con lo que venga.

Es una sensación agradable, es una actitud ante la vida que me gustaría adoptar cuando deje el ansiolítico: no sé cómo vamos a cuidar de mi madre cuando se vaya a casa? Ya lo iremos viendo, seré capaz y si no soy capaz, ya resolveremos. Mi marido sigue sin trabajo y ya se siente en el bolsillo? Resolveremos, ya conseguirá algo, me viene un bono del trabajo, luego la paga extra, o pediremos ayuda temporal a algún familiar.

Bueno, escribiendo el último párrafo como que no me siento tan todopoderosa. Hay problemas y me importan, pero ya no sufro intensamente por ellos como lo estaba haciendo. Sin embargo, es posible que me tome el ansiolítico de la mañana y no empiece a dejarlo todavía.

Qué mundo este, ¿no?

Qué mundo de estrés y preocupaciones…. Tal vez sea yo…..

No sé si he debido escribir. Me puso en contacto otra vez con mis preocupaciones, está borrando el efecto anestésico del ansiolítico. ¿Será sano? ¿Será conveniente para mí ahora ventilar mis emociones y preocupaciones?

Sí, iré pudiendo con todo. Iremos pudiendo con todo. Vendrán épocas mejores.

Me molesta este sistema donde te anestesian con una pastilla para que vuelvas al trabajo y sigas siendo productivo. ¿Por qué no me dejan tranquila ocuparme de mis cosas? Bueno, supongo que nadie regala el dinero.

Por lo pronto, la anestesia me sirve para que mi madre, mis hijas y mi marido cuenten conmigo como alguien bastante funcional que no pasa el día paralizada llorando. También para mí misma, para no sufrir intensamente como lo estaba haciendo, y tener la cabeza limpia de remolinos y capaz de pensar.

Ahí vamos. Voy a aprender de esa actitud que me ha estado dando el ansiolítico: vienen situaciones desconocidas, no sé cómo lidiaré con ellas. Pues cuando sea el momento lidiaré con ellas. Y saldrá bien. Y aunque parece que a Dios se le olvidó conmigo que él debe apretar pero no ahorcar, no me está ahorcando. Él está conmigo como lo ha estado a lo largo de toda mi vida:

Se ha salvado la vida de mi madre, la traje al hospital a tiempo, vivimos en un país donde contamos con recursos para que la atiendan y le salven la vida. Ella se va recuperando poco a poco y según lo esperado.

Tengo una familia espectacular. Mi marido ha estado conmigo siempre, y ayer fui capaz de hablar con él y explicarle lo mucho que lo quiero y lo valoro, y explicarle que a veces me cuesta mucho colaborar en las labores domésticas. Que no es que lo tome como un sirviente, sino que hay momentos en los que siempre estoy cansada. 

Mis hijas son una luz potente en mi vida. Son lo más maravilloso que me ha pasado y me dan la oportunidad y motivación de superarme.

Tengo un empleo que me da un ingreso fijo, y vivo en un país que me permite seguir percibiendo ese ingreso a pesar de sentirme mal y no estar pudiendo trabajar.

Me tengo a mí: inteligente, simpática, buena gente, reflexiva, con empuje cuando me siento bien. Aprendiendo a lidiar con mis emociones, con la vida y con una condición de salud muy particular. Compartiendo mis aprendizajes con mis hijas y con los lectores de este blog.

Los tengo a ustedes, queridos lectores invisibles, que no los conozco, pero se ha creado cierto vínculo a través de los comentarios. Sé que se alegran cuando me ven bien y sienten compasión cuando estoy muy mal. Sé que se ven reflejados en algunas cosas, y en otras tal vez no tanto, pero pueden tener una idea de mi percepción del mundo.

4:24am. Llevo dos horas despierta. Pensando y escribiendo esto. Estoy en el hospital pasando la noche con mi mamá. Temía que pasara esto: que pasando la noche aquí me pusiera a llorar y no pudiera dormir. Pero no es tan horrible como me lo imaginé. Ya dormiré. El ansiolítico me anestesia y me ayuda a que no sea una situación de llanto extremo e inasumible para la acompañante de un enfermo.

¡Gracias por leer!

2 comentarios en “¡Viva las drogas!

Replica a Iago Cancelar la respuesta