Como les dije en mi entrada de ayer, estoy leyendo mucho a David Hawkins, y quiero compartirles este extracto sobre las distintas emociones, ordenadas por su frecuencia vibracional.

Nivel de energía 20: vergüenza
El nivel de la vergüenza está peligrosamente próximo a la muerte, que puede ser elegida por vergüenza y tomar la forma de un suicidio consciente; también puede tomar una forma más sutil al no dar los pasos necesarios para prolongar la vida. En este nivel es común la muerte por un accidente evitable. Todos conocemos el dolor que produce «caer en desgracia», ser desacreditado o dejar de sentirse como un ser humano. Cuando sentimos vergüenza, bajamos la cabeza y desaparecemos, deseamos ser invisibles. El destierro es el acompañante tradicional de la vergüenza, y en las sociedades primitivas de las que todos venimos, equivalía a la muerte.
Las primeras experiencias de la vida que producen verguenza, como el abuso sexual, alteran la personalidad para siempre, a menos que estos problemas se resuelven en terapia. La vergüenza, como Freud determinó, produce neurosis. Destruye la salud emocional y psicológica y, como consecuencia de la baja autoestima, provoca propensión a las enfermedades físicas. La personalidad caracterizada por la vergüenza es tímida, retraída e introvertida.
La crueldad usa la vergüenza como herramienta, y sus víctimas a menudo también se vuelven crueles. Los niños avergonzados son brutales con los animales y entre ellos. La conducta de las personas cuya conciencia solo llega a este nivel es peligrosa: son proclives a alucinaciones de naturaleza acusatoria, así como a la paranoia; algunos se vuelven psicóticos o cometen extraños crímenes.
Ciertos individuos centrados en la vergüenza la compensan con perfeccionismo y rigidez, y se vuelven compulsivos e intolerantes. Algunos ejemplos notorios son los extremistas morales que forman grupos de vigilancia y proyectan su vergüenza inconsciente en los demás, para sentirse justificados al atacarlos. Los asesinos en serie a menudo actúan a partir del moralismo sexual, con la justificación de castigar a las mujeres «malas».
Como la vergüenza arrastra hacia abajo a toda la personalidad, hace al individuo vulnerable a otras emociones negativas, y por tanto produce falso orgullo, ira y culpa.
Nivel de energía 30: culpa
La culpa, tan usada en nuestra sociedad para manipular y castigar, se manifiesta en una variedad de expresiones, como el remordimiento, la autorrecriminación, el masoquismo y todos los síntomas del victimismo.
La culpa inconsciente produce enfermedades psicosomáticas, tendencia a sufrir accidentes y conductas suicidas. Muchas personas luchan contra la culpa durante toda su vida, mientras que otras tratan desesperadamente de escapar de ella, negándola con una conducta amoral.
Cuando domina la culpa, se está preocupado por el «pecado». Esta actitud emocional de intolerancia suele ser explotada por los demagogos religiosos para imponer coerción y control. Es probable que estos mercaderes del «pecado y la salvación», obsesionados con el castigo, expresen su propia culpa o la proyecten en los demás.
Las subculturas que exhiben la aberración de la autoflagelación a menudo manifiestan otras formas locales de crueldad, como la matanza ritual de animales. La culpa provoca furia, que a menudo se expresa matando. En la pena capital, la muerte del reo gratifica a una población devastada por la culpa. Nuestra implacable sociedad estadounidense, por ejemplo, desdeña a sus víctimas en la prensa y asigna castigos que nunca han demostrado tener valor disuasorio o correctivo.
Nivel de energía 50: apatía
Este nivel se caracteriza por la pobreza, la desesperación y la desesperanza. El mundo y el futuro tienen un aspecto sombrío; la vida es patética. La apatía es un estado de indefensión; sus víctimas, necesitadas en todos los sentidos, no solo carecen de recursos, sino de la energía para procurarse las cosas que están a su disposición. A menos que sus cuidadores las provean de energía externa, el resultado puede ser la muerte a través del suicidio pasivo. Sin voluntad de vivir, los desesperados tienen la mirada en blanco y no responden a los estímulos, hasta que sus ojos dejan de atender y ni siquiera les queda la suficiente energía para tragar el alimento que se les ofrece.
Este es el nivel de los sin techos y de los olvidados de la sociedad; también es la suerte de muchos ancianos y de quienes se quedan aislados por las enfermedades crónicas o progresivas. Los apáticos son dependientes y resultan «pesados», una carga para quienes los rodean.
Muy a menudo, a la sociedad le falta motivación para ofrecer verdadera ayuda a las culturas (y también a los individuos) de este nivel, porque se considera que reducen los recursos. Este es el nivel de los barrios bajos de Calcuta, donde solo los santos, como la madre Teresa y sus seguidores, se atreven a entrar. La apatía es el nivel en el que se abandona la esperanza, y pocos tienen la valentía de mirarla a la cara.
Nivel de energía 75: pena
Este es el nivel de la tristeza, la pérdida y el desánimo. La mayoría lo ha experimentado en algún periodo de la existencia, pero los que se quedan en este nivel viven una vida de constantes lamentos y depresión. Es el nivel del luto, el duelo y el remordimiento por el pasado; también de los perdedores habituales y de esos jugadores cro-nicos que aceptan el fracaso como parte de su estilo de vida, lo que a menudo los lleva a perder empleos, amigos, familia y oportunidades, además del dinero y la salud
Las grandes pérdidas sufridas al comienzo de la vida nos hacen proclives a la aceptación pasiva de la pena en una fase posterior, como si el dolor fuera el precio de estar vivos. En el estado de pena, uno ve la tristeza por doquier: en los niños pequeños, en la vida misma. Este nivel colorea toda la visión de la existencia. Parte del síndrome de la pena es que cualquier pérdida se considera irreemplazable. Se produce una generalización, de modo que la pérdida de un ser querido se equipara con la del amor mismo. A este nivel, las pérdidas emocionales pueden provocar una depresión seria, o incluso la muerte.
Aunque la pena es el cementerio de la vida, al menos tiene más energía que la apatía. Cuando un paciente traumatizado y apático se pone a llorar, sabemos que está mejorando. Una vez que empieza a llorar, vuelve a comer.
Nivel de energía 100: miedo
En el nivel 100 está disponible mucha más energía de vida: el temor al peligro es saludable. El miedo, que dirige buena parte del mundo, provoca una actividad incesante. El miedo a los enemigos, a la vejez o a la muerte, al rechazo y una multitud de miedos sociales son los motivadores básicos de la mayoría de la gente.
Desde este nivel, el mundo parece peligroso, lleno de trampas y amenazas. El temor es la herramienta de control favorita de los agentes opresores y totalitarios, y la inseguridad es la mercancía que tienen a su disposición los principales manipuladores del mercado. Los medios de comunicación y los anuncios recurren al miedo para incrementar las ventas.
La proliferación de temores es tan ilimitada como la imaginación; en cuanto uno se enfoca en el miedo, los siempre preocupantes acontecimientos del mundo lo alimentan. El temor se vuelve obsesivo y puede adquirir cualquier forma: la inquietud ante la posibilidad de perder una relación da lugar a los celos y a un estrés elevado. El pensamiento temeroso puede inflarse hasta la paranoia o generar estructuras defensivas neuróticas y, como es contagioso, convertirse en la tendencia social dominante.
El miedo limita el crecimiento de la personalidad y conduce a la inhibición. Como hace falta energía para elevarse por encima del temor, los oprimidos son incapaces de alcanzar un nivel superior sin ayuda.
Así, los temerosos buscan líderes fuertes que aparenten haber superado sus propios miedos para que los saquen de la esclavitud.
Nivel de energía 125: deseo
A este nivel aún hay más energía disponible: el deseo motiva grandes áreas de la actividad humana, incluso la economía. Los publicistas juegan con nuestros deseos para programarnos con necesidades vinculadas a los impulsos instintivos. El deseo nos lleva a dedicar grandes esfuerzos a conseguir objetivos o recompensas. El hambre de dinero, prestigio o poder dirige las vidas de muchos de los que se han elevado por encima del miedo como motivo existencial predominante.
El deseo también es el nivel de la adicción, que se convierte en un anhelo imperioso, más importante que la vida misma. En realidad, la víctima del deseo puede no ser consciente de sus motivos básicos. Algunos se hacen adictos a llamar la atención y sus constantes peticiones alejan a los demás. El anhelo de aprobación sexual ha creado toda la industria de la cosmética y de la moda.
El deseo guarda relación con la acumulación y la avaricia. Es insaciable, porque es un campo energético continuo, de modo que en cuanto conseguimos satisfacer un deseo, surge el siguiente. Por ejemplo, los multimillonarios suelen obsesionarse por acumular cada vez más dinero.
Resulta evidente que el deseo es un estado de mucha más energía que la apatía o la pena, porque para «conseguir algo» primero hay que tener energía para «quererlo». La televisión ejerce una gran influencia en mucha gente oprimida; le inculca deseos e impulsa sus anhelos hasta el punto de sacarla de la apatía para que empiece a buscar una vida mejor. Querer cosas puede hacer emprender el camino del logro.
Por lo tanto, el deseo puede convertirse en el trampolín que proyecte a niveles superiores de conciencia.
Nivel de energía 150: ira
Aunque la ira puede conducir al homicidio y a la guerra, como nivel de energía está mucho más alejada de la muerte que los niveles inferiores. La ira puede conducir a acciones constructivas o destructivas. A medida que las personas salen de la apatía y de la pena para superar el miedo como estilo de vida, empiezan a querer cosas; el deseo lleva a la frustración, que a su vez desemboca en la ira. Así, la ira puede convertirse en el punto de apoyo que catapulta a los oprimidos hacia la libertad. La furia a las injusticias sociales, a la victimización y a la desigualdad ha creado grandes movimientos que han producido cambios importantes en la estructura social.
Pero a menudo la ira se expresa como resentimiento y revancha, y es por lo tanto, volátil y peligrosa. La ira como estilo de vida es propia de personas irritables y explosivas, hipersensibles a cosas sin importancia. Se convierten en «coleccionistas de injusticias» y se muestran peleones, beligerantes, pendencieros.
Como la ira surge del deseo frustrado, tiene su base en el campo energético inferior. La frustración es el resultado de exagerar la importancia de los deseos. La persona iracunda puede enfurecerse como un niño frustrado. La ira lleva con facilidad al odio, que erosiona todas las áreas de la vida personal.
Nivel de energía 175: orgullo
El orgullo, que calibra en 175, tiene suficiente energía para dirigir el cuerpo de marines de Estados Unidos. Es el nivel al que hoy aspira la mayoría de nuestros semejantes. En contraste con los campos de energía inferiores, las personas se sienten positivas cuando alcanzan este nivel. Este aumento de la autoestima es un bálsamo para todo el dolor experimentado en los niveles inferiores de conciencia. El orgullo tiene buen aspecto y lo sabe; por eso se exhibe en el desfile de la vida.
El orgullo está lo bastante alejado de la vergüenza, la culpa o el temor como para elevarse de la desesperación hasta el respeto a uno mismo. En general, el orgullo tiene buena reputación y cuenta con el beneplácito social; sin embargo, como se ve en el cuadro de los niveles de conciencia, es suficientemente negativo como para permanecer por debajo del nivel crítico de 200. Por esta razón el orgullo solo produce una sensación buena en contraste con los niveles inferiores.
El problema, como todos sabemos, es que «el orgullo precede a la caída». Es vulnerable y mantiene una actitud defensiva porque depende de las condiciones externas, sin las cuales puede revertir rápidamente a un nivel inferior. El ego inflado es vulnerable a los ataques. El orgullo es débil porque puede ser derrocado de su pedestal y llevado de nuevo a la vergüenza; esta es la amenaza que activa el orgullo y el temor a la pérdida.
El orgullo divide y da lugar a las facciones; las consecuencias pueden ser muy costosas. El ser humano suele morir por orgullo: los ejércitos aún se aniquilan entre sí a causa de un aspecto del orgullo llamado nacionalismo. Las guerras religiosas, el terrorismo político, el fanatismo, la abominable historia de Oriente Medio y de Europa Central muestran el elevado precio del orgullo que paga toda la sociedad.
El lado oscuro del orgullo es la arrogancia y la negación, que impiden el crecimiento. El orgullo hace imposible recuperarse de las adicciones porque se niegan los problemas emocionales o los defectos de carácter. Toda negación es un problema de orgullo. Así, el orgullo constituye un notable obstáculo para la adquisición de poder real.
Nivel de energía 200: coraje
En el nivel 200 aparece por primera vez el poder. Cuando se hace la prueba a sujetos que están en niveles de energía inferiores a 200, todos se debilitan. Pero todo el mundo se fortalece en respuesta a los campos vivificantes situados por encima de 200. Esta es la línea crítica que separa las influencias positivas y negativas de la vida.
En el nivel del coraje se logra verdadero poder; por tanto, también es el nivel del empoderamiento. Es la zona de la exploración, del logro, de la fortaleza y de la determinación.
En los niveles inferiores, el mundo parece carente de esperanza, triste, atemorizante o frustrante; pero, en el nivel del coraje, la vida se muestra excitante, desafiante y estimulante.
El coraje implica estar dispuesto a probar cosas nuevas, a lidiar con los cambios y los desafíos de la vida. En este nivel de empoderamiento, uno es capaz de gestionar con eficacia las oportunidades de la vida. Por ejemplo, en el nivel 200 se dispone de energía para aprender una nueva profesión. El crecimiento y la educación son objetivos alcanzables.
Se es capaz de afrontar temores o defectos de carácter, y de crecer a pesar de ellos; asimismo, la ansiedad no frustra las tareas a realizar, como haría en las etapas inferiores de la evolución. Los obstáculos que derrotan a las personas con un nivel de conciencia inferior a 200 actúan como estímulos para quienes han alcanzado el primer nivel del verdadero poder.
Los que están en este nivel devuelven al mundo toda la energía que toman de él. En los niveles inferiores, tanto los individuos como las poblaciones consumen energía de la sociedad sin devolverla. Como los logros provocan un feedback positivo, la autoestima y las recompensas refuerzan la identidad. Aquí comienza la productividad.
El nivel de conciencia colectiva de la humanidad se mantuvo en 190 durante muchos siglos y, curiosamente, saltó a su actual nivel de 207
en los años noventa.
Nivel de energía 250: neutralidad
La energía se vuelve muy positiva al llegar al nivel llamado de neutralidad, porque representa la liberación de las oposiciones que caracterizan a los niveles inferiores. Por debajo de 250 la conciencia tiende a buscar dicotomías y a asumir posiciones rígidas, y esto supone un impedimento en un mundo complejo y multifactorial que no es solo blanco o negro.
Asumir estas posiciones genera polarización, lo que a su vez crea oposición y división. Tal como ocurre en las artes marciales, una posición rígida se convierte en un punto vulnerable; lo que no se dobla puede partirse. Al elevarse por encima de las barreras y oposiciones que disipan la energía, el estado neutro permite ser flexible y estar libre de juicios, lo que lleva a una evaluación realista de los problemas.
Ser neutral significa sentir un relativo desapego de los resultados; no conseguir lo que se desea ya no se considera una derrota, y tampoco produce temor ni frustración.
En el nivel neutral, la persona puede decir: «Bueno, si no consigo este trabajo, ya encontraré otro». Este es el comienzo de la confianza en uno mismo; al sentir el propio poder, uno ya no se deja intimidar ni se siente impulsado a demostrar nada. La expectativa de que la vida, con sus altibajos, irá bien si se coge el toro por los cuernos es una actitud del nivel 250.
Las personas neutras disfrutan de una sensación de bienestar; la marca de este nivel es la capacidad de vivir con confianza en el mundo. Es el nivel de la seguridad; es fácil llevarse bien con las personas de este nivel y asociarse con ellas porque no les interesa el conflicto, la competición ni la culpa. Se sienten cómodas y no suelen sufrir alteraciones emocionales. Esta actitud no juzga y no conlleva la necesidad de controlar la conducta de los demás. A su vez, como las personas neutrales valoran la libertad, resultan difíciles de controlar.
Nivel de energía 310: voluntad
Este nivel de energía es muy positivo y puede considerarse la puerta de acceso a los niveles superiores. Por ejemplo, en el nivel neutral los trabajos se hacen de forma adecuada, pero en el de la voluntad se hacen bien y es común conseguir el éxito en todos los empeños. El crecimiento es rápido; estas son las personas elegidas para los ascensos. Al llegar a este nivel uno ha superado la resistencia interna a la vida y está comprometido a participar en ella. Por debajo de 200, la mentalidad suele ser cerrada, pero en 310 se produce una gran apertura.
Estos individuos son amistosos y el éxito económico y social los acompaña de forma automática. No les preocupa el desempleo; están dispuestos a realizar cualquier trabajo si tienen que hacerlo, a desarrollar su carrera profesional o a trabajar como autónomos. No se sienten degradados por los trabajos poco cualificados ni por empezar desde abajo. Son serviciales y contribuyen al bien de la sociedad. Están dispuestos a afrontar sus problemas internos y no tienen grandes obstáculos en situaciones de aprendizaje.
En este nivel se disfruta de una autoestima elevada, reforzada por el feedback positivo de la sociedad en forma de reconocimiento, aprecio y recompensas. La actitud de los voluntariosos es simpática y responde a las necesidades de los demás. Estas personas son contribuyentes netos al bien social. Gracias a su capacidad de recuperarse ante la adversidad y de aprender de la experiencia, tienden a autocorregirse.
Como han soltado el orgullo, están dispuestas a examinar sus defectos y a aprender de los otros. En este nivel las personas son excelentes estudiantes. Son fáciles de entrenar y representan una considerable fuente de poder para la sociedad.
Nivel de energía 350: aceptación
En este nivel de conciencia se produce una transformación muy importante, pues se entiende que uno es la fuente y el creador de las experiencias de su vida. Asumir esta responsabilidad es lo que distingue este grado de evolución, caracterizado por la capacidad de convivir en armonía con las fuerzas de la vida.
Todas las personas situadas por debajo de 200 tienden a sentirse incapaces y se consideran víctimas a merced de la vida. Esto surge de la creencia de que la fuente de la felicidad y la causa de los problemas están «ahí fuera». En el nivel de la aceptación se da un salto enorme, se recupera el propio poder cuando se toma conciencia de que la fuente de la felicidad está dentro de uno. En esta etapa de evolución nada de lo que está «fuera» tiene la capacidad de hacer feliz, y el amor no es algo que otra persona da o retira, sino algo que se genera dentro.
Este nivel no debe confundirse con la pasividad, que es un síntoma de apatía. La aceptación permite involucrarse en la vida en sus propios términos, sin intentar que ésta se pliegue a las propias intenciones. Va acompañada de la calma emocional, y la percepción se amplía cuando se trasciende la negación. Entonces se ven las cosas sin distorsiones ni malentendidos; el contexto de la experiencia se expande y se ve «la totalidad del cuadro». La aceptación guarda relación con el equilibrio, la proporción y la idoneidad.
Al individuo situado en este nivel no le interesa determinar lo que está bien y lo que está mal, más bien se dedica a resolver problemas. El trabajo duro no causa incomodidad ni desaliento. Los objetivos a largo plazo adquieren prioridad sobre los de corto plazo; la autodisciplina y la maestría son rasgos prominentes.
En la aceptación uno no se siente polarizado por el conflicto ni la oposición. Se ve que los demás tienen los mismos derechos que uno y se honra esta igualdad. Mientras que los niveles inferiores se caracterizan por la rigidez, en este nivel surge la pluralidad social como forma de resolución de problemas. Por lo tanto, se está libre de discriminación o intolerancia; se es consciente de que la igualdad no excluye la diversidad. La aceptación incluye en lugar de rechazar.
Nivel de energía 400: razón
La inteligencia y la racionalidad saltan a primer plano cuando se trasciende la emocionalidad de los niveles inferiores. La razón es capaz de gestionar grandes cantidades de datos complejos y de tomar decisiones rápidas y correctas; de entender los intrincados matices de las relaciones, sus grados y finas distinciones. La manipulación experta de los símbolos como conceptos abstractos se vuelve cada vez más importante. Es el nivel de la ciencia, de la medicina y en general de una mayor capacidad para la conceptualización y la comprensión. El conocimiento y la educación se consideran un capital. La comprensión y la información son las principales herramientas para conseguir la realización personal, que es la marca característica del nivel 400. Este es el nivel de los ganadores de los Premios Nobel, de los grandes estadistas y de los jueces del Tribunal Supremo. Einstein, Freud y muchos otros grandes pensadores de la historia calibran en este nivel.
El fallo en este nivel consiste en la incapacidad de distinguir con claridad los símbolos de aquello que representan, y la confusión entre los mundos subjetivo y objetivo que limita la comprensión de la causalidad. En este nivel es fácil que los árboles no dejen ver el bosque, obsesionarse con conceptos y teorías para acabar perdiendo el punto esencial. La intelectualización puede convertirse en un fin en sí misma.
La limitación de la razón consiste en que no garantiza la capacidad para discernir la esencia o el punto crítico de un asunto complejo.
La razón en sí misma no proporciona una guía hacia la verdad. Produce grandes cantidades de información y documentación, pero no resuelve las discrepancias en los datos y en las conclusiones. Todas las argumentaciones filosóficas suenan convincentes por sí mismas. Si bien la razón es muy eficaz en un mundo técnico dominado por la metodología lógica, paradójicamente, la razón misma es el principal obstáculo para alcanzar los niveles de conciencia superiores. Trascender este nivel es poco común en nuestra sociedad.
Nivel de energía 500: amor
No me refiero al amor tal como se retrata en los medios de comunicación de masas. En general, con la palabra amor se alude a un intenso estado emocional que combina la atracción física, la posesividad, el control, la adicción, el erotismo y la novedad. Suele ser frágil y fluctuante; crece y decrece en función de condiciones cambiantes. Cuando esta emoción se frustra, a menudo revela la ira y la dependencia subyacentes que enmascara. Suele decirse que el amor puede convertirse en odio, pero en tal caso es probable que se trate de sentimentalidad adictiva y no de amor; puede ser que nunca haya habido verdadero amor en una relación así, pues el odio surge del orgullo, no del amor.
El nivel 500 se caracteriza por el desarrollo de un amor incondicional, inmutable y permanente. No fluctúa, pues su fuente no depende de factores externos. Amar es un estado del ser. Es relacionarse con el mundo de una manera amable, nutricia y servicial. El amor no es intelectual y no procede de la mente, sino que emana del corazón. Tiene la capacidad de elevar a otros y de alcanzar grandes logros por la pureza de sus motivos.
En este nivel de desarrollo predomina la capacidad de discernir la esencia: uno se centra en el núcleo de un asunto. Al pasar por alto la razón, se reconoce al instante todo el problema y se produce una importante expansión del contexto, sobre todo en lo relacionado con el tiempo y el proceso. La razón solo lidia con particularidades, mientras que el amor se ocupa de totalidades.
Es la capacidad, a menudo asociada con la intuición, de comprender al momento, sin recurrir al procesamiento secuencial de símbolos. Este fenómeno en apariencia abstracto en realidad es muy concreto y se acompaña de una liberación medible de endorfinas en el cerebro.
El amor no toma partido y por tanto es global; se eleva por encima de la separación. Así es posible «ser uno con el otro» porque ya no hay barreras. Por lo tanto, el amor es incluyente y expande progresivamente el sentido de identidad. Se enfoca en la bondad de la vida y en todas sus expresiones; aumenta lo positivo y disuelve la negatividad al recontextualizarla en lugar de atacarla.
Este es el nivel de la verdadera felicidad. Pero, aunque el mundo está fascinado por el amor y todas las religiones viables calibran en 500 o más, es interesante indicar que solo el 0,4 por ciento de la población mundial alcanza este nivel de evolución de la conciencia.
Nivel de energía 540: alegría
A medida que el amor se vuelve más incondicional, se empieza a experimentar como alegría interna. No se trata de la alegría producto de un giro favorable de los acontecimientos, sino que es un acompañante constante de todas las actividades. La alegría surge de dentro a cada momento de la existencia, y no de una fuente externa; 540 también es el nivel de la sanación y de los grupos de autoayuda basados en la espiritualidad.
De 540 en adelante se encuentra el dominio de los santos, de los estudiantes espirituales avanzados y de los sanadores. La paciencia y la actitud positiva frente a la adversidad, cuando son prolongadas, corresponden a este campo energético; su marca distintiva es la compasión.
Las personas que han alcanzado este nivel tienen un notable efecto en los demás. Son capaces de mantener una visión prolongada que induce a un estado de amor y de paz.
En 500 el mundo se ve iluminado por la exquisita belleza y perfección de la creación. Todo ocurre sin esfuerzo, con sincronía, y el mundo y todo lo que contiene se ven como expresión del amor y de la divinidad.
La voluntad individual se funde con la divina. Se siente una presencia cuyo poder facilita fenómenos que están fuera de las expectativas convencionales sobre la realidad, y que el observador ordinario llama milagros. Estos fenómenos representan el poder del campo energético, no del individuo.
En el nivel de la alegría, el sentido de responsabilidad hacia los demás tiene una cualidad diferente del propio de los niveles inferiores: se siente el deseo de usar el propio estado de conciencia para beneficio de la vida misma en lugar de ponerlo al servicio de individuos particulares. Esta capacidad de amar a muchas personas de forma simultánea se acompaña del descubrimiento de que cuanto más amamos, más capaces de amar somos.
Las experiencias cercanas a la muerte, que suelen tener un efecto transformador, a menudo permiten experimentar el nivel de energía situado entre 540 y 600.
Nivel de energía 600: paz
Este campo energético está asociado a la experiencia designada con expresiones como trascendencia, autorrealización y conciencia de Dios. Es muy raro, y solo lo alcanza una persona de cada diez millones.
Cuando se llega a este estado, la distinción entre sujeto y objeto desaparece, y la percepción no tiene un punto focal específico. Los individuos que llegan a este nivel suelen retirarse del mundo, puesto que el estado de dicha al que da lugar impide la actividad ordinaria. Algunos se hacen maestros espirituales, otros trabajan de forma anónima por el progreso de la humanidad.
Unos pocos se convierten en grandes genios en sus respectivos campos y hacen importantes contribuciones a la sociedad. Son personas santas y pueden acabar designadas oficialmente como tales, aunque, en este nivel, se suele trascender la religión formal, que es reemplazada por la espiritualidad pura en la que tienen su origen todas las religiones.
A veces se describe que a partir del nivel 600 la percepción se produce a cámara lenta, suspendida en el tiempo y el espacio: nada es estacionario, todo está vivo y radiante. Aunque el mundo es el mismo que ven los demás, se vuelve fluido y evoluciona en una danza exquisitamente coordinada, cuya fuente y significado son abrumadores. Esta asombrosa revelación se produce de manera no racional y con un silencio infinito en la mente, que deja de conceptualizar. Lo que observa y lo observado asumen la misma identidad; el observador se disuelve en el paisaje y se convierte en lo observado. Todo está conectado con todo por una Presencia cuyo poder es infinito, exquisito y delicado, y sin embargo sólido como una roca.
Las grandes obras de arte, música y arquitectura que calibran entre 600 y 700 pueden transportar temporalmente a niveles más elevados de conciencia, y son reconocidas en todo el mundo como inspiradas e intemporales.
Niveles de energía entre 700 y 1000: iluminación
Es el nivel de los grandes seres de la historia, los originadores de las pautas espirituales seguidas por incontables personas a lo largo de los siglos. Todos ellos se asocian a la divinidad, con la que a menudo se identifican. Este es el nivel de la inspiración poderosa; estos seres establecen campos de energía atractores que influyen en toda la humanidad. Ya no existe la experiencia de un yo personal separado de los demás; más bien se produce una identificación del Ser con la Conciencia y la Divinidad. Lo no manifestado se experimenta como el Ser que está más allá de la mente. Esta trascendencia del ego sirve de ejemplo a otros para enseñarles a conseguirla. Es la cima de la evolución de la conciencia entre los humanos.
Las grandes enseñanzas elevan a las masas y hacen ascender el nivel de conciencia de toda la humanidad. A esta visión se la llama gracia, y el regalo que trae es la paz infinita, descrita como inefable, más allá de las palabras. En este nivel de realización, el sentido de la propia existencia trasciende todo tiempo e individualidad. Ya no hay ninguna identificación del «yo» con el cuerpo físico, y, por lo tanto, su suerte ya no preocupa. El cuerpo se ve como una mera herramienta de la conciencia a través de la intervención de la mente, y su principal valor es el de la comunicación. El yo vuelve a fundirse con el Ser. Es el nivel de la no dualidad o de la completa Unicidad. La conciencia no está localizada: está presente por doquier.
Las grandes obras de arte que retratan individuos que han alcanzado el nivel de la iluminación suelen mostrar al maestro con una posición de manos específica, llamada mudra, en la que la palma de su mano irradia bendiciones: es el acto de transmitir este campo energético a la conciencia de la humanidad. Este nivel de la gracia divina calibra hasta 1000, y es el más elevado alcanzado a lo largo de la historia conocida, a saber, por los grandes avatares para los que es apropiado el título de «señor»: el señor Krishna, el señor Buda y el señor Jesucristo.


